sábado, 18 de octubre de 2008

Con una lolita habanera



Guillermo Cabrera Infante es un famoso guionista y escritor cubano. Nació en Gibara, Cuba en 1929 y falleció en Londres a la edad de 76 años. De padres militantes comunistas, tuvo problemas en sus primeros escritos con la dictadura de Batista que le obligaron a escribir bajo pseudónimo. Apoyó la Revolución Cubana y fue nombrado director del Consejo Nacional de Cultura, así como también ostento otros cargos importantes, pero las desavenencias con Fidel Castro sobre los sueños de libertad y desarrollo cultural de la revolución le hicieron exiliarse allá por el 1965. Tras un fugaz paso por España donde las autoridades franquistas no quisieron regularizar su situación, se instaló definitivamente en Londres, donde obtuvo la nacionalidad británica en 1979.

Es autor de las novelas “Tres Tristes Tigres” (1967) y “La Habana para un infante difunto” (1979) y de los guiones cinematográficos “Wonderwall(1968) “Punto límite: cero” (1971) y “La ciudad perdida” (2005)
La Ninfa Inconstante (editorial Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores 2008) es su novela póstuma, escrita durante sus últimos años, muy mermado de salud. Es una novela absoluta. Tiene un nexo de unión con sus anteriores novelas Tres Tristes Tigres y La Habana para un infante difunto, aunque no un origen cronológico en la escritura sino por el contexto y la temporalidad.

La Ninfa Inconstante narrada en primera persona y con detalles autobiográficos, con personajes reales, cuenta la aventura amorosa de un crítico de cine, Guillermo, con una muchacha de 16 años, Estela Morris, “llamada Estelita, que no es rubia sino rubita”, en la ciudad de La Habana de los años 50. Es la excusa del autor para reinventar otra vez una parte muy querida de la ciudad, con las descripciones convencidas de los detalles de barrios, edificios, calles, los comercios, sus vecinos, sus vidas. Otra mención que cabe destacar y otorga más veracidad a la historia, es el lenguaje de los personajes, las menciones, las citas implacables, los silencios, el lenguaje coloquial habanero con sus piruetas, sus frases enrevesadas, sus tópicos. Puede dudarse de la veracidad del argumento pero en lo que no se puede titubear es del entorno, el contexto, los personajes y su humanidad, son transparentes y transmiten realidad.

Es una obra soberbia, todo un esfuerzo de memoria escribir esta novela, cuando el autor estaba ya mayor y enfermo y en la que se muestra más fuerte y juvenil que nunca. Dónde quiere rememorar su pasado, que no se le escapa el más mínimo detalle, todo lo que él vivió y tuvo que abandonar, que no caiga en el olvido y la sombra. Una novela con narración limpia, pues no oculta la suciedad que hay en ella.

Un libro con sabor explosivo a ron y a mojitos, que desprende olor fuerte a puro, que se saborea como un plato de arroz con frijoles al son y al ritmo juvenil de un bolero, a veces frenético de una salsa, acompañado de sensuales movimientos de mujeres habaneras de anchas caderas y cintura estrecha, de larga lengua y mente corta. El lector quedará impregnado de Cuba, esa isla maravillosa.

Fragmento de la novela

“Anoche vi a Guillermo en el Wakamba. Pidió en la barra un pastel de manzana y un café con leche y, cuando se puso de pie para tomarse un expreso, una señora gorda y con catarro le quitó la banqueta. Cabrera Infante y el amigo que le acompañaba (el poeta Roberto Branly) salieron de la cafetería por una puerta casi secreta que daba a un cine. De ahí, a La Rampa, en pleno Vedado. A La Habana. A la vida…”

Dani Martínez


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